Casi como un acto de rebeldía, cada vez que hablo con él le digo que lo quiero. Y en ese portal del tiempo que se abre entre nosotros, no espero respuesta. Y sin embargo, siento su regocijo vacilante y su incomodidad añeja. Porque mi padre aprendió a decir te quiero con los hechos y yo aprendí también a abrazarlo con las palabras, para acortar la distancia física que separa mi pecho de su latido.